Era un sábado lluvioso y volvían del teatro. Habían estado viendo una comedia bastante mediocre; después fueron a cenar. Él quería ir a un italiano, pero ella prefería ir a un indio por variar. Ella se salió con la suya. Volvían a casa en coche y un Fiat 1500 Cabriolet arremetió contra su parte trasera mientras esperaban que se abriera su semáforo en un paso de peatones. Él perdió la vida minutos más tarde mientras estaba de camino la ambulancia. Ella logró sobrevivir. Estaba de tres meses, su hijo nacería huérfano de padre cinco más tarde.
Nací con cuatro dedos en total, los meñiques de las manos y los pies. Era el precio a pagar por la vida de aquella mujer embarazada y su niño.
Aquella mujer, mi madre, siempre me decía que llevara las manos en los bolsillos para disimular mi defecto, pero yo lo odiaba, especialmente en verano cuando mis pantalones escondían unas manos sudorosas y deformes. Aprendí rápido a manejarme con los dedos. Utilizaba hábilmente los de los pies, que usaba a veces cuando tenía los meñiques de las manos doloridos o agarrotados. Mi madre solía cortarme en trozos la comida para facilitarme las cosas y en el colegio los niños se volvían hacia mí cuando pasaba y cuchicheaban entre ellos. En música me libré de tocar la flauta, esa fue la única ventaja en toda mi vida que tuve respecto al resto de mis compañeros.
Me licencié en Medicina y especialicé en cirugía. Hice el doctorado, varios cursos de posgrado relacionados con la microcirugía y aprobé el MIR. Conseguí trabajo en la Clínica Teknon, Barcelona y ascendí rápidamente a jefe de servicio del departamento de Cirugia plastica, estética y reconstructiva por la eficacia de mi trabajo. Con el dinero que fui acumulando me trasladé a la Guayana Esequiba, Venezuela. Abrí un centro del que me hice único responsable. Allí entablé amistad tras una operación quirúrgica de orejas debido a un tiroteo con el consigliere de una de las grandes familias, Paolo Sasso.
Cada año Paolo me obsequia con un regalo como agradecimiento. Hoy cumplo cincuenta y siete y ya sumo veintitrés dedos.
Me ha encantado este relato, 1984
ResponderEliminar¡Quiero ver más! :3
En música me libré de tocar la flauta, esa fue la única ventaja en toda mi vida que tuve respecto al resto de mis compañeros.
ResponderEliminarQue desgracia, yo no se que haria con mi vida sin poder tocar un instrumento.
Buen final!!
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