El cliente de hoy es uno más; nada diferente. Lleva unos mocasines de Dustin negros y calcetines blancos. Horrible combinación, procuro desviar mi vista para no resultar grosero. Están muy nuevos así que debe de tener una buena posición económica. Pantalones negros con la raya hecha y cinturón de cuero con una hebilla de márgenes dorados. Cuida su aspecto. Camisa a cuadros azules y blancos limpísima, salvo por una péqueña mancha de café cerca de uno de los gemelos. Debe de haber desayunado rápido porque también tiene el pelo algo revuelto y no lleva corbata. Un Rolex en la muñeca derecha, por lo que debe de ser zurdo, y montura de Giorgio Armani.
Este tío tiene pasta.
— ¿Y cuándo le interesa probar esta maravilla? —me inclino hacia él para mostrar interés y arqueo una ceja. Leí que eso gustaba en un libro de kinésica.
— Veamos… —agacha la cabeza y frunce el ceño—. Trabajo por las mañanas, de modo que a las cinco de la tarde mañana me iría bien pasarme por aquí y dar una vuelta. Da pena ver esta preciosidad aquí encerrada.
— ¡Estupendo entonces! —le muestro mi mejor sonrisa—. Estaba esperando que alguien como usted viniera a rescatarla. Creo que el nuevo SLK le va como anillo al dedo. Es perfecto para un hombre de tanta clase como usted. Y seguro que a su mujer también le encanta. ¿Vendrá mañana ella?
— Oh, no, no. Mi mujer está de viaje. Su empresa le está pagando un máster en Londres y tiene que viajar mucho. Le veo los fines de semana, pero ella está contenta. He hablado del coche con ella y me dijo que hiciera lo que yo creyera más conveniente, no se mete en estas cosas.
—
— No tenemos hijos —se apoya en el coche, parece que va a hacer una confesión—. A Emma ya le ha venido ese invento del instinto maternal, dice que siente la llamada o no sé qué. Pero yo prefiero esperar, soy más prudente.
— Estupendo, así será sólo de ustedes dos —le guiño un ojo.
— Oh, antes de que se me olvide. Necesito sus datos. Necesito su DNI un momento. No tardo nada.
— Claro, por supuesto —saca del bolsillo trasero una cartera de cuero y me lo entrega. En todo momento me mantiene la mirada, es un hombre de gran carisma.
— Burgalés, ¿eh? Tengo yo familia ahí —tengo familia en todas partes. Y, donde no, me la invento-. ¿Conoce usted una farmacia que hay cerca de la biblioteca del teatro principal? En el paseo del del Espolón —le digo mientras echo un ojo a su DNI y memorizo su domicilio.
— ¿Espolón? Hum… Es una calle muy céntrica, he debido de pasar por ahí muchas veces —gran vía cincuenta cuarto ce, gran vía cincuenta cuarto ce, gran vía cincuenta cuarto ce.
— Sí, ¡claro que la debe de conocer! —gran vía cincuenta cuarto ce—. Está por esa fila de árboles, no se ve si caminas por el centro del paseo. En fin, el caso es que ahí trabaja una prima mía. ¡Si pasa por ahí dígale que me conoce! —gran vía cincuenta cuarto ce.
— Por supuesto que lo haré. Además me gusta ir cada año para ver a mis padres en navidades —se le ve entusiasmado, menudo niño de papá está hecho.
— Perfecto. Pues tome su DNI y le veo mañana cuando usted quiera —gran vía cincuenta cuarto ce.
— Sí, ya le digo que sobre las cinco de la tarde —se incorpora y lo coge con la izquierda.
— Aquí estaré todo el día, de todas formas. Ha sido un placer, muchas gracias —gran vía cincuenta cuarto ce.
Le ofrezco mi mano. Me da un apretón con energía y vigor. Pobre hombre.
— A usted, ¡hasta mañana!