Desperté de mi sueño. Estaba cómoda, caliente, protegida, segura... Feliz. Abrí los ojos y vi una luz muy lejana. Era inevitable ir hacia ella, algo me impulsaba a caminar, me expulsaba hacia ella. Luché por evitar salir de mi caparazón con uñas y dientes; había estado toda mi vida ahí dentro, no conocía otra cosa, y me negaba a ello.
[Una bofetada].
Estaba saliendo... Me oligaron a hacerlo y sentí que no era bienvenida en ese mundo de hipocresía, de orgullo, de instintos primarios. Abrí los ojos, la luz me mantuvo cegada durante unos instantes, pero poco a poco mi vista se fue acostumbrando a la cruel visión que pude percibir.
Vi una feria de vanidades donde la gente reía y lloraba a la vez, donde sólo importaba el poder y la venganza. Hacía frío, la gente vagaba sola, sin un rumbo fijo, sin ninguna meta ni equipaje. Celos, envidia, lujuria, orgullo, inseguridades, mentiras. Mentiras. Mentiras.
Rompí a llorar. No quería seguir allí, quería volver a mi cálido hogar. Demasiado tarde. Aquella visión fue un tatuaje indeleble en mi vida.
No me gusta lo que veo, aunque sé que no puedo evitar la realidad eternamente.
Ya no quiero volver... pero no perderé mi norte en este asquerosa exhibición de egoísmo e impulsos animales.