
Recorro decenas de calles sin nombre con la vista buscando mi burbujeante refugio de color dorado, pero sólo veo desorden, suciedad y caos. Papeleras rotas, contenedores quemados, pintadas, cristales rotos, puertas forzadas, puertas cerradas, sangre y una papelera con restos de comida. Miércoles por la tarde. Apesta. Todo esto apesta. Y sobretodo yo apesto a sudor.
Eli está a punto de perder el bar y en casa las cosas también van mal. Le dije a Evey que salía a dar una vuelta, pero no he vuelto. Ni pienso hacerlo. Estar ahí dentro sólo me asfixia. Ella no entiende que es una jaula para mí, que necesito salir y beber. Y tomar cacahuetes caducados. Y hablar de películas malas. Y comentar las noticias de cualquier periódico gratuito. Y ver cómo Eli se enfada cuando no le dan el dinero en la mano. Y gritarle a Evan cada tarde que levante su culo de mi silla. Y que Joe asienta con la cabeza, analizándonos y juzgándonos en silencio, o mejor dicho juzgando a las clientes y sus encantos femeninos.
Un tipo se me acerca. “Eh, ¿te apetece un trago?”
En voz baja.
Hacía tiempo que no me pasaba por blogger y ya he decidido actualizar el mío, y lo que es más importante leer el de los demás!
ResponderEliminarVeo que no has perdido el tiempo y tus relatos siguen teniendo muy buena pasta; unos más que otros, pero lo siguen teniendo =)
Porfin doy con un blog de ralatos, ya que me gustan mucho, estaré más seguido por este blog.
ResponderEliminarSaludos.