viernes, 18 de marzo de 2011

Concha

Concha ya no me devuelve las llamadas.

Quedé con ella en la cafetería del corte inglés la semana pasada y no vino.

Apenas sé de mi hija, desde los setenta dejó de preocuparse por mí. Y lo entiendo, yo sólo soy una vieja, pero a veces me gustaría poder invitarla a un café con pastas con las niñas como solíamos hacer los domingos.

Ayer alguien metió las zapatillas en el congelador. La mandadera por supuesto que lo niega. Tiene un talento innato para negarlo todo, me debe de tomar por tonta. Me doy cuenta de que faltan magdalenas en el armario y el queso se acaba extraordinariamente rápido. De eso no le digo nada porque no quiero enfadarme por un poco de comida, pero no me gusta que me tomen el pelo de esa manera, y menos en mi propia casa.

A veces se va sin despedirse.

Un día me enfadé seriamente con ella. Fue en verano, tenía la maleta hecha con la ropa y la bolsita de aseo para ir a Salou con mi sobrina y su familia, pero la muchacha en un momento me deshizo todo. ¡Y encima fue ella la que se enfadó! Me parece una insolente, no la soporto.

Apenas hablamos; no le caigo bien y ella no me cae bien a mí, pero trabaja mucho y baja a hacer la compra. Alguna vez le he querido pagar un aguinaldo y no lo ha aceptado por mucho que he insistido. Debe de ser porque ya se cobra ella misma con el jamón serrano de la nevera.

Cada semana me pone un tipo de vajilla diferente para comer. Yo siempre le digo que me gusta la que me regalaron al casarme, que me ponga esa, pero creo que la tiene escondida en algún lugar porque hace años que no la veo. No sé qué plan se trae entre manos. No me gusta que el plato sea verde porque no sé si he terminado cuando hay crema de guisantes. Tampoco me gusta que me ponga vasos de plástico, me siento como una niña.

Hay días que me tiene sin darme de comer, y tampoco me deja cocinar a mí. No sólo me roba comida sino que no me deja a mí misma comer lo que es mío.

Me cambia las cosas de lugar.

La he echado varias veces, pero vuelve, y siempre a entra en casa a una hora diferente. A veces me sorprende en mitad de la noche, cuando voy a entrar al baño. Otras llegan mientras estoy desayunando. Una vez derramé la leche y me puse perdida; un día de estos me va a matar de un infarto, que yo ya soy mayor.

Yo creo que está un poco mal de la cabeza; en parte siento lástima por ella.

Ayer metió las zapatillas en el congelador.

1 comentario:

  1. Buenos días Susana.
    No sabía como ponerme en contacto contigo y he utilizado este medio para ello...
    Estoy llevando a cabo un trabajo sobre la evolución de la publicidad sexista y he leido que tu sabes bastante del tema..
    Si pudieras darme algunas referencias para orientar mi trabajo, te lo agradecería.
    Quiero hacer un estudio sobre la evolución dela publicidad sexista hasta nuestros días y mi profesora quiere también que estudie la metáfora cognitva.
    Si pudieras echarme una mano te lo agradecería.
    Mi correo es casalbox@msn.com
    Un saludo

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