miércoles, 21 de octubre de 2009

A una crítica

-->
“Estimado Señor Campos:
Me permito la licencia de escribirle este pequeño mensaje como respuesta a su última crítica publicada en El Mundo, periódico para el que trabaja.

Usted tacha de pobre, típica, predecible e inmadura, entre otros adjetivos igualmente afectuosos, a mi última obra. Me alegro de que se haya al menos desplazado hasta el teatro para poder disfrutar de mi comedia sin tener en cuenta aspectos que seguro que un buen profesional como usted no ha considerado, como son el pago que le corresponde a su columna semanal y el vino posterior a la reunión. Sólo quería hacerle un apunte sobre la fragilidad de las críticas, sobre la facilidad de destruir el trabajo de un equipo formado por más de veinte personas que se han dedicado en cuerpo y alma a la representación de un texto escrito a lo largo de más de siete meses.

Recuerdo que la noche anterior al estreno creía que enloquecería por la presión acumulada. Estuve semanas sin dormir y apenas comiendo por los nervios y el estudio de cada pequeña parte de mi creación. Preparé unos ejercicios entre el equipo para que hubiera una relación más fluida entre nosotros, supervisé el vestuario personalmente, indiqué a cada uno de los actores cómo debían modular sus voces, me preocupé porque la iluminación fuera la indicada en cada frase pronunciada, estuve noches enteras diseñando los decorados y me llevó días enteros idear el maquillaje de los actores. Son pequeños grandes aspectos de mi trabajo diario que el público no tiene en cuenta al no ser conscientes de ello.
Ustedes los periodistas llevan una vida ajetreada. Su trabajo consiste en la elaboración de artículos de una cara de longitud donde tienen que expresar en un tiempo record sus impresiones basadas en un estudio de cuarenta minutos donde toman como base cuatro palabras en negrita de una enciclopedia online y un par de comentarios de ciertos hombres que se hacen llamar intelectuales. Alguien estudia un tema, opina, y doscientos periodistas calcan sus ideas de pie y con un café en la mano mientras hablan por móvil con sus parejas.
Le compadezco. La suya debe de ser una profesión dura. Debe escribir a contrarreloj y en un espacio muy limitado sobre cualquier tema que se le proponga desde arriba, sin llegar a sentir el torbellino de sensaciones que un cuadro, una novela, una composición musical o una representación le podrían llegar a provocar si dejara el cuaderno de notas en la papelera. Cuanta menos idea tenga de él, más ideas disparatadas y extremas tendrá, más lectores le censurarán o alabarán, y mayor será su popularidad. ¡Bravo! Ha ganado un crucero por el Mediterráneo, una horda de fans incondicionales y un ticket para ser famoso el resto de su vida.
No quiero extenderme demasiado, sólo tenga en cuenta por último que no busco compasión o reconocimiento, solo su reflexión de cuatro segundos entre crítica y crítica.

Atentamente,
J. Aguilar.

PD: Me pregunto si en sus relaciones sexuales también llevará consigo aquel bloc de notas."

“Me alegra recibir comentarios de mis lectores. Sólo puedo darle las gracias sinceramente por tomarse su tiempo al leerme cada mañana. Cosas como ésta me animan a seguir escribiendo.

Un abrazo, Martín Campos Cano."

-->

No hay comentarios:

Publicar un comentario